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La alegría es consecuencia del amor, del darse a los demás y de la lucha ascética

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La alegría no nace sola: es fruto del esfuerzo cotidiano por estar unidos a Dios.

Santo Tomás: El amor produce en el hombre la perfecta alegría. En efecto, sólo disfruta de veras el que vive en caridad (Sobre la caridad, 1. c., 205).

Santa Teresa recordaba que si el amor es perfecto, se olvida de sí mismo por alegrar a la persona que ama. Y verdaderamente es así, que, aunque sean grandísimos trabajos, entendiendo [que] contentamos a Dios, se nos hacen dulces (Fundaciones, 5, 10).

San Pedro de Alcántara: la alegría espiritual es el principal remo en esta navegación nuestra (Tratado de la oración y la meditación, II, 2)

San Josemaría: Darse sinceramente a los demás es de tal eficacia, que Dios lo premia con una humildad llena de alegría (Forja, 591)

¿No hay alegría? -Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. -Casi siempre acertarás. (Camino 662)

index_clip_image002_0006 Oración de Santo Tomás Moro

Dame, Señor, un poco de sol,
algo de trabajo y un poco de alegría.

Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla, una buena digestión y algo para digerir.

Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros.

No permitas que me preocupe demasiado
por esta cosa embarazosa que soy yo.

Dame, Señor, la dosis de humor suficiente
como para encontrar la felicidad en esta vida
y ser provechoso para los demás.

Que siempre haya en mis labios una canción,
una poesía o una historia para distraerme.

Enséñame a comprender los sufrimientos
y a no ver en ellos una maldición.

Concédeme tener buen sentido,
pues tengo mucha necesidad de él.

Señor, concédeme la gracia,
en este momento supremo de miedo y angustia,
de recurrir al gran miedo
y a la asombrosa angustia
que tú experimentaste en el Monte de los Olivos
antes de tu pasión.

Haz que a fuerza de meditar tu agonía,
reciba el consuelo espiritual necesario
para provecho de mi alma.

Concédeme, Señor, un espíritu abandonado, sosegado, apacible, caritativo, benévolo, dulce y compasivo.

Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos experimente el gusto de tu Espíritu santo y bendito.

Dame, Señor, una fe plena,
una esperanza firme y una ardiente caridad.

Que yo no ame a nadie contra tu voluntad,
sino a todas las cosas en función de tu querer.

Rodéame de tu amor y de tu favor.


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